lunes, 3 de mayo de 2010

¿Por qué las personas adultas decimos que NO sabemos dibujar?
Escrito por Eric Soto


Cursando mi segundo año de estudios universitarios en la especialidad de artes plásticas con énfasis en pintura, mi madre me obsequió (o mejor dicho, me regresó) un objeto que me hizo replantearme a profundidad las verdaderas razones por las cuáles había decidido estudiar esa carrera…ese objeto era mi cuadernillo de caligrafía de primer grado.

Lo primero que noté al abrirlo y hojearlo fue que la proporción entre dibujos y palabras era aproximadamente de seis a una, visiblemente desfavorable para las segundas. Las letras eran escasas y prácticamente pasaban desapercibidas en medio de cardúmenes de enormes tiburones con cabeza de martillo (literalmente), seres espaciales de múltiples ojos y autos de carreras que alcanzaban en mi imaginación velocidades extraordinarias.

En ese momento me fue sencillamente imposible dejar de formularme una pregunta:
-“¿Cómo habré logrado aprender a escribir siquiera la palabra mamá con semejante método tan poco ortodoxo?...”
Y fue justo allí, cuando caí en la cuenta de la enorme importancia del papel que jugó mi maestra de primer grado en mi proceso de formación, haciéndose de “la vista gorda” y permitiéndome expresarme tan libremente por medio del dibujo y el color.

Gracias a esa mujer, de cuyo nombre no me acuerdo hasta el día de hoy, en este momento no tengo que pasar por esa terrible experiencia que cotidianamente experimentan tantas personas y que les obliga a repetir casi sin pensarlo, “Es que yo no se dibujar, solo se hacer bolitas y palitos”. Y claro, como no va a ser así, si prácticamente lo primero que aprendemos a hacer con nuestras manos desde que tenemos la capacidad de tomar un lápiz ¡es hacer bolitas y palitos!

Solamente un par de ejemplos básicos para ilustrar lo anterior; dibuje una “bolita” y júntele un “palito” y así de fácil obtendrá la letra a; ¿y si le pone el “palito” al otro lado y se lo hace un poco mas largo?… ¡correcto!...la b.

Nada se encuentra mas alejado de la realidad que decir que NO sabemos dibujar. Todas las personas tenemos la capacidad de expresarnos por medio del dibujo y la pintura y a menos de que exista un compromiso físico sumamente grave, todos y todas podemos hacerlo.

El asunto en cuestión no debería ser si podemos o no dibujar como tal o cual persona, o si tenemos desarrollada la habilidad para copiar casi de manera hiperrealista lo que miramos, lo que realmente debe importar es que el dibujo (o el trazo como tal) y el color son parte de nuestra cotidianidad para la gran mayoría y por lo tanto tenemos toda la posibilidad de experimentar, de crear, de jugar y de aprender por medio de ellos.

Volviendo al cuadernillo de dibujos (o de caligrafía, como quieran llamarle), la segunda idea que vino a mi mente en ese momento, fue tomar esos dibujos y reelaborarlos como parte de mi proyecto anual de pintura. De entrada pensé que sería muy sencillo tomar los dibujos hechos por un niño de siete años y “perfeccionarlos” con todos mis conocimientos técnicos sobre composición, perspectiva, teoría del color, proporción y demás conceptos tantas veces estudiados y aplicados en diferentes ejercicios… ¡Nada mas alejado de la realidad!

Mi intento por lograr la sencillez y al mismo tiempo la complejidad de mis trazos de infancia se vio frustrado por la rigidez (física y mental) de mi adultez. Por más que me esforcé, dibujando con mi mano menos hábil, tratando de no pensar racionalmente en lo que hacía o, incluso haciendo ejercicios que me permitieran conectarme con esa etapa de mi vida, todo fue en vano… ¡No logré dejar de dibujar como un adulto!

Fue entonces cuando me di cuenta de el por qué las personas adultas decimos que NO sabemos dibujar, y eso se debe a que hemos perdido esa fluidez que teníamos cuando éramos niños y niñas y que nos permitía expresarnos sin preocuparnos por lo que las demás personas pensaban de lo que hacíamos o de cómo lo hacíamos.

Es mucho lo que se puede teorizar sobre la trascendencia que tiene la creatividad en el proceso de desarrollo cognitivo y emocional de los niños y las niñas, sin embargo, a mi me basta con ver la sonrisa en el rostro de mi hija cuando me muestra con orgullo sus mas recientes “obras”, elaboradas con crayones en las paredes de la casa, es ahí cuando me doy cuenta de que en ese momento algo realmente importante está sucediendo en el interior de esa cabecita y que antes de reprimirlo, es mi responsabilidad estar atento para saber cómo ayudarle a canalizarlo positivamente.

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Nelly Matamoros

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